Si se considera a la inclusión como la oposición a cualquier forma de segregación y separación de los sujetos, vale la pena preguntarse acerca de la eficiencia de las respuestas del sistema educativo para garantizar que este principio sea una realidad (Turri, 2019). Resulta habitual encontrarnos con la posición que considera las dificultades en la escuela como consecuencia del déficit del alumne, y mucho menos común que las instituciones se pregunten por qué fracasan a la hora de educar a cierto segmento del alumnado.
Esto es de gran relevancia, dado que, los colegios son los primeros círculos sociales donde les niñes se desenvuelven y muchas veces es ahí donde no se encuentran los espacios ni las condiciones para un desarrollo del aprendizaje equitativo e inclusivo (Arriagada, 2017). En este sentido, en nuestra sociedad se ha ido avanzando en la inclusión de personas con discapacidades intelectuales y del desarrollo debido a un creciente interés hacia las políticas que apuntan a la inclusión en el contexto educativo, pero aún falta mucho por hacer, especialmente en la educación escolar. Si bien se han mejorado algunos espacios, aún falta que existan reales medidas de inclusión. No es suficiente con que les niñes estén integrades en el colegio, sino que las medidas que se adopten permitan que puedan participar en igualdad de condiciones (Turri, 2019).
Al respecto, Según Arriagada (2017), hay tres aspectos fundamentales que nos podrían ayudar a avanzar los primeros pasos en la transformación hacia una sociedad realmente inclusiva:
- Según la autora, lo primero es el lenguaje, este, si lo consideramos como creador de realidad, debe ser respetando por sobre todo los derechos humanos de cada persona. Por lo cual no es correcto hablar de discapacitado, sino que es una persona con discapacidad. Las personas sufren discapacidad, no en sí mismas, sino en su relación con el entorno. Por esto es mejor decir que un niño tiene o sufre algún tipo de discapacidad que decir lisiado, minusválido, paralítico etc.
- Hay mejorar la brecha actitudinal, es decir, las actitudes frente a los niños con discapacidades, principalmente de los padres y apoderados de les demás niñes. Para así no fomentar conductas segregadoras y discriminatorias, que terminan por excluir al niñe bajo una categoría.
- Por último, en los colegios llamados inclusivos deben contar con implementación adecuada para las diferentes tipos de discapacidad que pudieran existir en el establecimiento. Por ejemplo, computadores con sintetizador de voz para niños con discapacidad visual. O bien personal capacitado en lengua de señas para atender a niños con discapacidad auditiva, etc.
A partir de esto, vale señalar que iniciar trabajando en estos desafíos del proyecto de la inclusión educativa, podría ser de gran ayuda en el desarrollo de estos cambios en las prácticas escolares, pedagógicas y sociales, que son tan necesarias y urgentes en nuestro país.
Lo anterior está relacionado a las temáticas que busca desarrollar y promover este ramo en tanto está orientado a hacer una revisión del estado del arte en torno a prácticas que favorecen el aprendizaje y la participación en el aula y en los centros educativos, evaluando su pertinencia y viabilidad para su aplicación y promoción de conductas no discriminatorias.
Referencias.
- Arriagada, I. (2017) 3 desafíos de una educación inclusiva. Grupo educar. Revista Educar, Santiago, Chile. Recuperado en: https://www.grupoeducar.cl/noticia/3-desafios-una-educacion-inclusiva/
- Turri, C. (2019) Inclusión en la clase: deudas y desafíos. EDUCREA. Santiago, Chile. Obtenido en: https://educrea.cl/inclusion-en-la-clase-deudas-y-desafios/
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